domingo, 16 de septiembre de 2012

Cantar de aves ~

Para el hermano pequeño que el destino me permitió elegir
Feliz Cumpleaños ~


Vicente era callado, tenía una mirada de esas que traspasa, sus ojos verdes lo escrutiñaban todo, analizando. Iba siempre acompañado de su guitarra, la cual hacía el papel de intérprete entre él y el mundo. Las melodías eran su idioma, es por esto que muchos creían que era mudo, pues no lo habían oído pronunciar palabra jamás. Sin embargo, no podían estar más equivocados.
Lo cierto es que desde el momento en que aprendió a hablar, había descubierto un singular don. En él las palabras hallaban la forma de convertirse en objeto, en materia. En él las palabras siempre fueron acto.
Con el tiempo, y en busca de no ser visto como un bicho raro, había optado por dejar que la música, siempre la música, hablara por él en forma melodiosa, inundando el espacio y mezclándose con el cantar de las alondras. Las notas salían de su guitarra formando espirales e iban a perderse lejos, desplazadas por el ruido, unas notas deformadas y negras que provoca la gente cuando habla tanto sin decir nada.
Cansado de tantos silencios y palabras no dichas por el miedo a revelar su condición, Vicente se levantó un buen día con un noble propósito escondido tras sus verdes ojos. Dejó a un lado la guitarra por única vez y emprendió su camino al mundo.
Era uno de esos días grises, el ruido de la gran ciudad había apartado los colores de ella, alejando incluso a los gorriones. La única "melodía" audible, si es que puede llamarse así, era el sonar de las bocinas de tanta gente apurada en sus vehículos mezclándose con los gritos de la misma al despotricar abiertamente frente a la falta de sesos de los "otros". Vicente recorrió las calles hasta alcanzar el centro de la ciudad, un lugar atestado de gente que curiosamente está tan falto de vida. Se detuvo en medio del mar de gente - cuyo caminar estaba ya sincronizado- manteniéndose firme en su posición pese a los empujones y reclamos proferidos por aquellos autómatas.
De pronto y sin previo aviso, comenzó a hablar. Las palabra iban saliendo una a una de su boca y se transformaban en los objetos dichos. Las primeras palabras dichas por Vicente fueron nombres de aves por lo que el cielo se fue llenando de ellas, eran de todos los tamaños y colores imaginables, incluso especies que nunca se habían visto por estos lugares se materializaban inundando el centro con sus colores y gorjeos. Luego, llamó a la lluvia, la cuál arrastró el gris de Santiago, llenando de verde los parques, aclarando el aire y dando un respiro a las flores. Las montañas recuperaron sus colores violetas, el cielo se tiñó de un celeste brillante, las nubes volvieron a ser blancas y radiantes y de esta forma la ciudad volvió a la vida.
Por último,Vicente llamó al amor, quedando este impregnado en los corazones de los transeúntes, así el ruido cesó. Ya no era posible escuchar las quejas, los gritos, las bocinas. Los "otros" habían desaparecido dando paso al vecino, al amigo. Los autómatas abandonaron su caminar sincronizado, y el reloj de la rutina dejó de funcionar. Todos ralentizaron al fin su andar para respirar el aire limpio y escuchar las melodías que rondaban en la ciudad.
Jamás se volvió a ver de nuevo a aquellas notas negras vagar por el aire.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Otra vez llega Septiembre y me recuerda que los pajaritos no se han olvidado de nosotros.