miércoles, 27 de junio de 2012

Capítulo 2: Vida vs. Mundo ~


Por la pequeña abertura de la puerta se colaba un exquisito aroma a comida. Ya había pasado la hora de despertar hacía un buen rato pero la incursión por la ciudad la noche anterior la había dejado francamente agotada. Tenía un hambre de los diez mil demonios y ese bendito olor parecía llamarla a gritos.
Se levantó, duchó y vistió rápidamente y se dirigió a la cocina. Al llegar, Tomás la esperaba y le regaló una sonrisa. La comida estaba exquisita. Comieron juntos, compartiendo una charla no muy profunda.
Luego de tantos años viviendo con Sofía, él sabía que no debía recordarle la noche anterior, lo mejor era dejar que los fantasmas de su vida se durmieran nuevamente. Tomás siempre la había entendido perfectamente.
Su relación era algo parecido al amor, pero sin duda no era lo mismo. No es que Sofía no lo quisiera, estaba claro que lo hacía, le gustaba mucho ese joven que una vez conociera en un paseo por Hyde Park de eso ya bastantes años, cuando ambos eran jóvenes llenos de sueños, deslumbrados por esta ciudad que empezaban a conocer.
La comunicación que lograron fue increíble, quizás se debía al hecho de que ambos habían emigrado de América Latina persiguiendo sus sueños. Esa ambición idiota de escapar de la sociedad tercermundista, de establecer una muralla a sus propias raíces e insertarse al “mundo desarrollado”, algo siempre lejano para sus países de origen. En el fondo ellos no eran muy diferentes a la sociedad de la que escapaban, estaban siempre mirando hacia afuera.
Comenzaron a salir y con el tiempo todo terminó en esta relación agradable. En la sana convivencia y entendimiento de quienes se quieren demasiado, de aquellos que se han resignado a que el amor, al menos ese amor con mayúscula no existe.
Lo cierto es que pasaban los días tranquilamente entre los colores y sonidos propios de una ciudad, creyendo estar juntos, caminando de la mano por las calles, eternamente perdidos, sin lograr encontrarse jamás.
Como muchos otros, habían transformado su existencia en una cómoda rutina, cercana a la felicidad, pero a la vez tan inmensamente lejos de ella, y quién podría culparlos por eso. En suma, es lo que la mayoría de la gente hace ante la idea de tener sólo una finita vida para encontrar a su preciada alma gemela en el vasto mundo. El eterno miedo a la soledad y el encuentro de uno mismo.
Sofía pensó que lo mejor para olvidar la fatídica noche anterior era salir a recorrer la ciudad en su fiel bicicleta, un modelo antiguo y algo pasado de moda, pero que a ella le venía muy bien. Alistó sus cosas para salir, su vieja cámara de rollo, algo de comida, su paraguas (no volvería a cometer dos veces el mismo error) y un poco de dinero, tal vez para un café, tomó su abrigo y emprendió su camino. El clima era agradable, considerando que a ella siempre le había gustado el frío, claro. Las calles aún conservaban un poco de nieve y se percibía el agradable olor a lluvia y humedad.
Los colores de la ciudad iban impregnando los pensamientos de Sofía, alejando se su memoria cualquier rastro de tristeza anterior. Recorrer esas calles mágicas con tintes de otro siglo siempre había sido su mejor terapia.

Capítulo 1: Volviendo atrás ~


“Nada, definitivamente nada, puede unirnos más en el tiempo, y pese a las distancias, que un libro.”

 ...
 
 Era una madrugada realmente fría, y allí estaba ella recorriendo otra vez las calles de un Londres que dormía. De vez en cuando se arrepentía por haber dejado el abrigo en casa, aun cuando Tomás le había advertido del frío latente. ¡Cómo le gustaba la nieve a Sofía! Le traía una especie de felicidad acuosa a su vida que parecía irse derritiendo al mismo tiempo que el sol hacía lo suyo con la blanca visitante. Todos le habían dicho que pasado un tiempo, la nieve ya no le parecería tan bonita, que empezaría a cansarla a fuerza de costumbre y medias mojadas, pero se equivocaban, luego de diez años viviendo en la cosmopolita Londres, la nieve siempre le venía como un regalo caído del cielo.
Así fue recorriendo las calles de la ciudad absorta en sus pensamientos, esos mismos que la habían obligado a levantarse de la cama y salir a esta aventura nocturna que ahora la congelaba. El sonido de sus pasos era amortiguado por la nieve amontonada en la vereda. ¿Y es que acaso importaba el sonido? Sus pensamientos la habían conducido a otra ciudad muy lejana, y esos pasos que cualquiera podría asegurar que estaban siendo dados en Oxford Street, en realidad se encontraban a kilómetros de distancia, en su natal Santiago.
De pronto se largó a llover y Sofía tuvo que interrumpir sus pensamientos para buscar refugio del agua, esperando que la lluvia sólo durara unos cuantos minutos como acostumbraba. –Idiota, todo el mundo sabe que en esta ciudad no se debe salir sin paraguas nunca- se dijo para sí. Ahora tendría que recorrer las calles desiertas con el frío que calaba los huesos, mojada y sin su abrigo.
Comenzó a mirar a su alrededor apreciando el bello paisaje que daba la ciudad cubierta por la nieve. Era extraño ver esa calle comúnmente abarrotada de turistas y compradores, ahora desierta. Recordaba sus incursiones a la calzada, donde pasaba horas mirando cómo la gente entraba y salía con bolsas y más bolsas, acarreando un montón de  paquetes y artefactos inútiles que costaban un ojo de la cara. Lo más extraño era ver sus caras de felicidad mientras acarreaban todo ese esperpento de cosas. Siempre le había producido un dejo de lástima. Esos pobres tipos no se daban cuenta que habían sido timados, probablemente llegarían a sus casas pensando en que habían salvado el día con sus nuevas y lujosas adquisiciones, mientras arrumbaban lo comprado junto a otro montón de basura inútil. Y los turistas, ¿Era necesario que viajaran tantos kilómetros sólo para ir de compras a esos lugares, si todo esto podían hacerlo desde la comodidad de sus casas visitando alguna página de internet? Por qué mejor no visitaban una sala de conciertos, de esas que se encontraban en las calles menos conocidas de la ciudad, o sólo recorrían esos maravillosos espacios cargados de historia que ofrecía este país, ¿En qué momento se había perdido el interés por esas cosas que a ella le resultaban tan apasionantes?, ¿En qué momento la sociedad se había conformado con lo poco que ofrece el consumismo exacerbado y peor aún lo disfrutaba?
La lluvia se detuvo, podía seguir su excursión nocturna en la ciudad, sin embargo algo la hizo resistirse a la idea. Dio media vuelta y emprendió el camino de regreso. Tomás debía estar esperándola, las imágenes inundaban su mente, casi podía sentir el olor del café con vainilla que le aguardaba en casa. Los recuerdos que antes la atormentaron fueron elevándose y desapareciendo como el vapor del café en el aire.

lunes, 4 de junio de 2012

El sur tambien existe ~ Mario Benedetti

Con su ritual de acero
sus grandes chimeneas
sus sabios clandestinos
su canto de sirenas
sus cielos de neón
sus ventanas navideñas
su culto a dios padre
y de las charreteras
con sus llaves del reino
el norte es el que ordena

pero aquí abajo
abajo el hambre disponible
recorre el fruto amargo
de lo que otros deciden
mientras que el tiempo pasa
y pasan los desfiles
y se hacen otras cosas
que el norte no prohíbe
con su esperanza dura
el sur también existe

con sus predicadores
sus gases que envenenan
su escuela de chicago
sus dueños de la tierra
con sus trapos de lujo
y su pobre osamenta
sus defensas gastadas
sus gastos de defensa
son su gesta invasora
el norte es el que ordena

pero aquí abajo
abajo cada uno en su escondite
hay hombres y mujeres
que saben a qué asirse
aprovechando el sol
y también los eclipses
apartando lo inútil
y usando lo que sirve
con su fe veterana
el sur también existe

con su corno francés
y su academia sueca
su salsa americana
y sus llaves inglesas
con todos sus misiles
y sus enciclopedias
su guerra de galaxias
y su saña opulenta
con todos sus laureles
el norte es el que ordena

pero aquí abajo
abajo cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el sur también existe

sábado, 2 de junio de 2012

Puntos Cardinales~

Siempre se habían reído de la falta de orientación de algunas personas. No se daban cuenta que los perdidos eran ellos, que no lograban encontrarse aun cuando caminaban de la mano por las calles de Santiago.
A veces me pregunto si cuando pasas por mi estación también me buscas con la mirada esperando encontrarme, y si acaso te invade la misma melancolía agónica al saber que ya no te espero, que no guardo una sonrisa con tu nombre.