miércoles, 25 de julio de 2012

Nos sentamos en esa banca húmeda -había llovido el día anterior- y te miré a los ojos.
Las palabras aun resuenan en mi mente, estridentes, -. No lo sé, supongo que en algún momento me cansé de vagar contigo por el centro .- y me quedé como tonta, intentando deshacerme de recuerdos y sentires idiotas, ignorando las preguntas que comenzaban a cuajar en mi mente. Abrí mi bolsito, tomé el libro que me habias prestado unas semanas atras y te lo devolví junto al abrigo que llevaba puesto -ese que también era tuyo- por algún motivo no sentí frío, quizás el hielo en el corazón era más fuerte. Te dirigí una última mirada, di media vuelta y me marché del lugar. No me seguiste, y me fui perdiendo en la multitud al mismo tiempo que lo iba haciendo en mi mente, mientras mi bolsito aun cargaba el regalo que pensaba darte ese día.
Es curioso, pero esa banca húmeda que vio como todo terminaba, fue la misma donde todo inició. ¿Quién sabe cuántas historias similares estén fraguadas en esas maderas y metales forjados de Quinta Normal?

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