miércoles, 27 de junio de 2012

Capítulo 1: Volviendo atrás ~


“Nada, definitivamente nada, puede unirnos más en el tiempo, y pese a las distancias, que un libro.”

 ...
 
 Era una madrugada realmente fría, y allí estaba ella recorriendo otra vez las calles de un Londres que dormía. De vez en cuando se arrepentía por haber dejado el abrigo en casa, aun cuando Tomás le había advertido del frío latente. ¡Cómo le gustaba la nieve a Sofía! Le traía una especie de felicidad acuosa a su vida que parecía irse derritiendo al mismo tiempo que el sol hacía lo suyo con la blanca visitante. Todos le habían dicho que pasado un tiempo, la nieve ya no le parecería tan bonita, que empezaría a cansarla a fuerza de costumbre y medias mojadas, pero se equivocaban, luego de diez años viviendo en la cosmopolita Londres, la nieve siempre le venía como un regalo caído del cielo.
Así fue recorriendo las calles de la ciudad absorta en sus pensamientos, esos mismos que la habían obligado a levantarse de la cama y salir a esta aventura nocturna que ahora la congelaba. El sonido de sus pasos era amortiguado por la nieve amontonada en la vereda. ¿Y es que acaso importaba el sonido? Sus pensamientos la habían conducido a otra ciudad muy lejana, y esos pasos que cualquiera podría asegurar que estaban siendo dados en Oxford Street, en realidad se encontraban a kilómetros de distancia, en su natal Santiago.
De pronto se largó a llover y Sofía tuvo que interrumpir sus pensamientos para buscar refugio del agua, esperando que la lluvia sólo durara unos cuantos minutos como acostumbraba. –Idiota, todo el mundo sabe que en esta ciudad no se debe salir sin paraguas nunca- se dijo para sí. Ahora tendría que recorrer las calles desiertas con el frío que calaba los huesos, mojada y sin su abrigo.
Comenzó a mirar a su alrededor apreciando el bello paisaje que daba la ciudad cubierta por la nieve. Era extraño ver esa calle comúnmente abarrotada de turistas y compradores, ahora desierta. Recordaba sus incursiones a la calzada, donde pasaba horas mirando cómo la gente entraba y salía con bolsas y más bolsas, acarreando un montón de  paquetes y artefactos inútiles que costaban un ojo de la cara. Lo más extraño era ver sus caras de felicidad mientras acarreaban todo ese esperpento de cosas. Siempre le había producido un dejo de lástima. Esos pobres tipos no se daban cuenta que habían sido timados, probablemente llegarían a sus casas pensando en que habían salvado el día con sus nuevas y lujosas adquisiciones, mientras arrumbaban lo comprado junto a otro montón de basura inútil. Y los turistas, ¿Era necesario que viajaran tantos kilómetros sólo para ir de compras a esos lugares, si todo esto podían hacerlo desde la comodidad de sus casas visitando alguna página de internet? Por qué mejor no visitaban una sala de conciertos, de esas que se encontraban en las calles menos conocidas de la ciudad, o sólo recorrían esos maravillosos espacios cargados de historia que ofrecía este país, ¿En qué momento se había perdido el interés por esas cosas que a ella le resultaban tan apasionantes?, ¿En qué momento la sociedad se había conformado con lo poco que ofrece el consumismo exacerbado y peor aún lo disfrutaba?
La lluvia se detuvo, podía seguir su excursión nocturna en la ciudad, sin embargo algo la hizo resistirse a la idea. Dio media vuelta y emprendió el camino de regreso. Tomás debía estar esperándola, las imágenes inundaban su mente, casi podía sentir el olor del café con vainilla que le aguardaba en casa. Los recuerdos que antes la atormentaron fueron elevándose y desapareciendo como el vapor del café en el aire.

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